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“El chico de los pantalones rosas”, mortal bullying adolescente

Una sencilla película basada en hechos reales, que demuestra cómo se puede abordar la violencia juvenil desde una perspectiva original y cautivadora. 

La directora Margherita Ferri narra la vida de un adolescente desde su propia mirada, quien enfrenta la crueldad del acoso escolar en el emocional film El chico de los pantalones rosas. Si bien esta película presenta imperfecciones, sus mayores virtudes son un guion sólido, una narración coherente, personajes queribles bien construidos y una cuota de reflexiones como para tarea para el hogar del espectador.  

 


La historia se centra en Andrea, un niño de 13 años cuya sensibilidad lo hace vulnerable en un hogar donde predomina la precariedad emocional y laboral. Ferri elige no ahondar en los aspectos económicos de la familia, prefiriendo explorar las tensiones emocionales que rodean al protagonista. Esta decisión permite que la audiencia se enfoque en la búsqueda de respuestas que Andrea nunca encuentra, creando una atmósfera de aislamiento que resuena con la experiencia de muchos jóvenes. 

Este filme es el segundo trabajo de Ferri que aborda el bullying, después de Zen sobre hielo delgado (2018). A diferencia de su ópera prima, que utilizaba paisajes naturales como metáforas visuales, esta vez opta por una narrativa más directa. La actual producción narra la trágica historia de Andrea Spezzacatena, quien se suicidó en 2012 tras sufrir acoso escolar. Ferri trata este tema con la delicadeza necesaria, evitando caer en el dramatismo excesivo. La obra está dirigida a un público adolescente, ofreciendo reflexiones que invitan a la introspección. Es un recordatorio de que el acoso no es un fenómeno aislado; es un problema social que requiere atención urgente. 



Sin embargo, a pesar de ciertos aciertos, el presente film peca de falta de profundidad. La inclusión de una voz en off del protagonista, que narra su propia historia desde más allá, resulta en una extraña simplificación de su dolor. Si bien se busca conectar con las emociones del espectador,  esta técnica diluye la intensidad de la tragedia, y convierte a la historia en un drama adolescente más suave, donde los conflictos se reducen a su mínima expresión. 

Algunas escenas presentan en los personajes cierta carencia de profundidad y todo se siente superfinal y poco creible. La representación de los jóvenes, aunque intenta ser matizada, termina siendo un retrato plano, que no logra capturar las complejidades de la adolescencia y sus luchas. La crítica a la falta de profundidad también se manifiesta en la representación del conflicto entre los tres protagonistas. Aunque se promocionó la idea de que no hay buenos ni malos, el desarrollo de la trama no logra sostener esta complejidad, lo que lleva a una simplificación de los conflictos y a una resolución que se siente insatisfactoria. 



La crisis de identidad del protagonista, que lo lleva a adoptar comportamientos y estilos impuestos por sus acosadores, se menciona como un reflejo de la presión social contemporánea. Sin embargo, la forma en que se aborda este tema carece de la inquietante atmósfera que podría haber elevado la narrativa, haciéndola más impactante. 

En resumen, El chico de los pantalones rosas es un intento valioso de abordar un tema crítico desde el cine. A pesar de sus defectos, el filme invita a la reflexión sobre el bullying y la identidad en la adolescencia. Pero para que realmente cumpla con su propósito, necesita profundizar más en las complejidades de sus personajes y en las realidades del acoso. La historia de Andrea merece ser contada con la seriedad que implica, no solo como un film para jóvenes, sino como un llamado a la conciencia colectiva.