17 Nov
17Nov

Aún se puede disfutar en la cartelera porteña de "El retrato punzó", una obra que se presenta en la Sala Luisa Vehil del Teatro Nacional Cervantes (Libertad 815, CABA). Es una pieza que Damián Dreizik escribió y dirigió, con un elenco que brilla –Fernando Gonet, Micaela Rey y Agustín Rittano– y que atrapa desde el primer minuto. 

Hasta el 7 de diciembre, de jueves a domingos a las 18h, podés verla por 15 mil pesos la entrada, o con el 2x1 si tenés la credencial del TNC Club. El teatro en sí es un sueño, con esa arquitectura que te envuelve y te hace sentir parte de la historia argentina que late en cada rincón. 



Pensá en cómo surgió esta creación. Dreizik tomó un episodio real de 1851, cuando el régimen de Rosas tambaleaba, y lo transformó en un espejo de nuestra realidad actual. El paralelismo salta a la vista: el poder siempre intenta moldear el arte a su antojo, como Rosas que encarga un retrato de su hija Manuelita con el rojo punzó como estrella principal. 

Pero el pintor, Prilidiano Pueyrredón, resiste y pone sus reglas. Acá entra el eco con la vida del artista Punzó –o Fernando García del Molino, el "Pintor de la Federación"–, favorito de Rosas hasta que el ocaso del rosismo lo borró del mapa, opacado por Pueyrredón. Sus cuadros terminaron en colecciones privadas, ignorados por la crítica del siglo XX, hasta que museos como el Fernández Blanco y el Juan Martín de Pueyrredón los rescataron. 

Es como si la obra dijera: el mercado y la política deciden qué arte sobrevive, ¿no? Dreizik arma esto con inteligencia, sin forzar, y te deja ver cómo el delirio de cambiar un destino fijo se repite en la historia real y en la ficción. 



La trama fluye como un río turbulento. En 1851, Rosas contrata a Prilidiano para inmortalizar a Manuelita, pero con la condición del punzó dominante –ese rojo federal que simboliza lealtad absoluta–. El pintor rebate, y de ahí brotan tensiones que cuestionan si un simple cuadro altera el curso de una nación. Los tres personajes chocan intereses: poder, arte, herencia. Todo en una hora justa, con diálogos ágiles que mezclan comedia sutil y profundidad. Imaginate a Manuelita como una figura etérea, atrapada entre el mandato paterno y su propia voz, mientras el pintor lucha por su visión. 

Las actuaciones... uf, impecables. Micaela Rey encarna a Manuelita con una delicadeza que te eriza la piel, Fernando Gonet aporta esa solidez histórica como el intermediario del poder, y Agustín Rittano –¡qué ductilidad!– hace creíble cada matiz del pintor, con un vuelo que eleva la escena. 

La técnica impresiona: la coreografía de Valeria Narváez añade movimiento fluido, el diseño sonoro y musical de Marcelo Katz crea atmósferas que te sumergen, la iluminación de Miguel Solowej ilumina no solo el escenario sino las emociones, y la escenografía con vestuario de Cecilia Zuvialde –ayudada por Iara Ceballos– construye un mundo poético y lúcido. La dirección de Dreizik, sensible y precisa, une todo en una comedia original que indaga el lazo entre arte, libertad de expresión y política sin caer en lo obvio. 



Y al final, uno se va con una reflexión que queda dando vueltas. ¿El arte causa las derivas del poder, o solo las refleja? Esta obra, pura arte según quienes la vieron, nos recuerda que un retrato –o una pieza teatral– desafía destinos inalterables. En tiempos donde el poder aún intenta pintar la realidad a su gusto, "El retrato punzó" nos invita a resistir con creatividad. Andá a verla, amigo, teatro del bueno, te va a movilizar.




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