El 26 de diciembre, Sandra Mihanovich va a cerrar el año en el Teatro Devoto (Av. Lincoln 3815, CABA) con un concierto que es mucho más que un show de despedida de temporada. Va a celebrar cuatro décadas de "Como la primera vez", ese disco que marcó a fuego a toda una generación y que, contra todo pronóstico, sigue sonando tan vigente como en 1982. Porque hay canciones que envejecen mal, que quedan como postales de época. Y hay canciones que se niegan a morir. Las de Sandra pertenecen a este segundo grupo.
"Quereme por un rato así vivo mañana", "Tengo ganas de estar bien", "Ahora tengo que pensar un poco en mí"... solo hace falta leer los títulos para que la melodía aparezca sola en la cabeza. Y no es nostalgia barata. Es algo más profundo: esas canciones dijeron cosas que mucha gente no se animaba a decir en voz alta. Hablaron de amor sin género, de libertad sin permiso, de autenticidad cuando esa palabra todavía no estaba de moda.

Una carrera que empezó con un comercial y nunca paró
La historia de Sandra tiene esos giros que parecen inventados pero son verdad pura. A los cuatro años ya cantaba. En 1976, con el país en plena dictadura, apareció en un comercial de cigarrillos Jockey Club junto a Julio Chávez. El director era Luis Puenzo, que después ganaría un Oscar con "La historia oficial". Y la canción se llamaba "Falta Poco Tiempo". Profético, si lo pensás bien.
Ese comercial le abrió las puertas del Café Concert "La Ciudad" y ahí arrancó todo. Sandra tenía algo que no se puede enseñar en ningún conservatorio: una voz que te agarra del estómago, que suena sincera incluso cuando canta cosas ajenas, que convierte cualquier letra en confesión personal.
En 1982 llegó "Puerto Pollensa", el tema de Marilina Ross que la catapultó al estrellato. Y después vinieron todos los demás: "Hagamos el Amor", "Soy lo que soy", "Como la primera vez". Veintiocho discos en total. Once de oro, cinco de platino. Números que impresionan, sí, pero que no cuentan toda la historia.
Porque Sandra no solo vendió discos. Cambió cosas. Ese mismo año se convirtió en la primera mujer en cantar en Obras Sanitarias, la catedral del rock argentino. Dos funciones consecutivas, diez mil personas. La noche de su consagración, dicen. Pero también la noche en que demostró que una mujer podía llenar un estadio con su voz y su verdad, sin necesidad de pedir permiso a nadie.
Más que una cantante: una fuerza de la naturaleza
Lo que separa a Sandra de tantos otros artistas exitosos es algo difícil de explicar pero fácil de sentir. No es solo talento —que lo tiene de sobra— ni solo carisma —que le sobra también—. Es honestidad. Una honestidad brutal, a veces incómoda, siempre necesaria.
En un país donde durante décadas hablar de ciertas cosas era peligroso, Sandra habló. Cantó sobre el amor sin aclarar si era entre hombres o mujeres, porque para ella el amor era simplemente amor. Y cuando tuvo que elegir entre la comodidad del closet y la incomodidad de la verdad, eligió la verdad. Pagó el precio —perdió contratos, sponsors, oportunidades— pero nunca bajó los brazos.
Los premios llegaron: cuatro Gardel, tres Martín Fierro, dos Konex, dos ACE, la Antorcha de Plata en Viña del Mar. La nombraron Personalidad Destacada de la Cultura de Buenos Aires, Embajadora de la Paz. Reconocimientos merecidos para una carrera impecable. Pero ninguno de esos trofeos cuenta la historia completa. Porque Sandra también hizo teatro, cine, televisión, radio.
En 2008 protagonizó "Eladia Quiero", el musical sobre Eladia Blázquez. En 2014 compartió escenario con Alejandro Lerner en el Teatro Ópera, tres funciones sold out. En 2015 cumplió un sueño: cantar en el Teatro Colón un tributo a Ella Fitzgerald y Sarah Vaughan. Esa noche —dice ella— fue la más importante de su vida. Y uno le cree.
La voz que también abraza causas
En 2012, Sandra hizo algo que pocos artistas harían: donó un riñón a su ahijada. Un acto de amor enorme, generoso, que la convirtió en activista pro-donantes. Porque Sandra entiende que la visibilidad es una herramienta, no un fin. Y que si podés ayudar, ayudás. Punto.
Desde entonces participa en decenas de causas solidarias, presta su voz y su tiempo a campañas que importan, comparte su historia con quien la necesite. No es marketing. Es coherencia. La misma coherencia que sostiene su música desde hace casi cincuenta años.

El concierto que viene: volver a empezar
El próximo 26 de diciembre en el Teatro Devoto, Sandra va a repasar "Como la primera vez" completo. Cuarenta años después, esas canciones siguen diciéndonos algo. Porque hablan de cosas que no pasan de moda: el deseo de ser uno mismo, la valentía de amar sin pedir permiso, la necesidad de pensarse un poco, de estar bien, de vivir mañana.
Y va a mezclar ese repertorio con sus grandes éxitos, esos temas que todos conocemos aunque no sepamos cuándo los aprendimos. Porque Sandra es parte del ADN cultural argentino, de esa banda sonora compartida que nos une más allá de las diferencias.
Hoy Sandra sigue en la ruta. Presenta su programa en Radio Nacional cada sábado, recorre el país con su show acústico, graba discos nuevos como "Bendiciones" (nominado al Latin Grammy en 2022), un viaje por el folclore argentino y latinoamericano que demuestra que todavía tiene ganas de explorar, de sorprender, de no quedarse cómoda.
En tiempos donde todo es pose, filtro, construcción de imagen, Sandra Mihanovich sigue siendo brutalmente auténtica. No necesita fingir nada porque su verdad es suficiente. Y esa verdad resuena más fuerte que nunca.
El 26 de diciembre, en el Teatro Devoto, vamos a celebrar cuarenta años de un disco que se niega a envejecer. Pero también vamos a celebrar algo más grande: cincuenta años de una voz que nunca se calló, que nunca bajó los brazos, que siempre eligió ser ella misma aunque costara caro.