18 Oct
18Oct

Hasta el 31 de octubre se puede seguir disfrutando en la Sala Dumont 4040 de ‘En mitad de tanto fuego’, un atrapante texto de Alberto Conejero, que representa un alegato contra la guerra y un canto al amor, la libertad y el deseo. Con dirección de Alejandro Tantanian y Victorio D'Alessandro como único actor en escena. La propuesta toma La Ilíada y la lee desde un lugar distinto: no hay héroes épicos ni batallas gloriosas. Hay un hombre que amó a otro hombre y murió por él. Las funciones son los viernes a las 21:30hs, en Santos Dumont 4040, Chacarita, CABA. 

Conejero en lugar de mirar a Aquiles —el guerrero invencible—, pone el foco en Patroclo. Ese personaje que siempre fue secundario, que en el Canto XVI se viste con la armadura de su amante y sale a matar antes de caer él mismo. La obra arranca desde ahí: un hombre habla sobre la guerra, sobre el deseo, sobre la muerte que se acerca. "Seguimos hablando de la guerra de Troya porque todavía sigue ardiendo", dice el texto. Y tiene razón: las guerras no terminan nunca del todo. 

Patroclo habla solo, pero no está solo. En escena, Victorio D'Alessandro hace un trabajo notable, construye un mundo entero con palabras y presencia. La obra le pide concentración absoluta durante poco más de una hora, y la sostiene. No hay poses ni efectos innecesarios. Hay verdad. 

La parte donde Patroclo confiesa su amor por Aquiles y el deseo que sentía por él es de lo mejor de la función. Conejero escribe eso con una belleza que duele, y D'Alessandro lo dice con una honestidad que desarma. Se ve todo en su cara: el amor, el dolor, la certeza de que nada va a durar. Es una actuación que sostiene toda la obra, que la hace existir. 



El texto exige mucho. Es rico en palabras, construido con capas de sentido que el actor tiene que desentrañar función tras función. D'Alessandro lo transita con una calidad que sorprende. No es fácil mantener la atención del público en un unipersonal, menos con un texto tan literario. Pero él lo logra. Te quedás ahí, pegado a cada palabra, hasta el final. 

El espacio es reducido, casi íntimo. Alejandro Tantanian no intenta recrear campos de batalla ni palacios griegos. No hace falta. Usa proyecciones, sombras, sonidos que sugieren el horror sin mostrarlo. Aquiles aparece solo como imagen proyectada en pantalla. Un cuerpo desnudo, ampliado, suspendido. No es una persona, es un recuerdo, un deseo que no se puede tocar. Esa ausencia física marca todo. Patroclo mira esa imagen y sabe que ya lo perdió. La proyección lo convierte en algo inalcanzable, casi divino. Y eso es lo que cuenta: no el guerrero que todos conocen, sino el hombre que Patroclo amaba. La guerra está en el aire, en la tensión, en lo que no se ve pero se siente. 

La voz en off que suena a veces —impostada, heroica— representa justamente eso: al semidiós, al mito. Pero en escena está Patroclo, que es carne y sangre y miedo. Tantanian maneja el espacio con precisión. Pocos elementos, todos necesarios. El diseño audiovisual acompaña sin aplastar. La música aparece cuando tiene que aparecer y después se va. Todo está pensado para que el texto respire. 

La producción la hizo el propio D'Alessandro junto con Luzu Tv, y las funciones están llenas. El boca a boca funciona. La puesta tiene una coherencia interna que se nota: cada elemento está porque tiene que estar. Las proyecciones no son decorativas, construyen sentido. El sonido no es música de fondo, es parte de la narrativa. Tantanian tiene esa capacidad de pensar en grande y resolverlo en un espacio chico. Todo cierra. 

Hay algo interesante en cómo la obra plantea la guerra. No la muestra. La sugiere. Y en el centro pone el cuerpo, el deseo, el amor entre dos hombres en medio del horror. Conejero convierte La Ilíada en un manifiesto queer sin forzar nada. Patroclo siempre estuvo ahí en el texto de Homero, pero nadie lo miraba así. Ahora sí. 

Esta versión de "En mitad de tanto fuego" funciona. Conejero escribió un texto que rescata la belleza en medio del horror, que habla de cuerpos deseantes y amores imposibles mientras todo arde. Tantanian lo dirige con inteligencia y oficio. D'Alessandro lo actúa con una entrega total. 



El resultado es una obra intensa, que no te suelta. Quedan solo dos funciones, los viernes en Dumont 4040. Vale la pena ir. No porque sea revolucionaria ni porque te vaya a cambiar la vida. Vale la pena porque es teatro honesto, bien hecho, que toma un clásico y lo lee desde ahora, desde acá. Porque Patroclo merece que lo escuchemos. Porque las guerras siguen ardiendo y el amor sigue siendo la única cosa que vale la pena en medio de tanto fuego. 


Autoría: Alberto Conejero Actúan: Victorio D´Alessandro Diseño de vestuario e iluminación: Oria Puppo Diseño Audiovisual: Johanna Wihelm Música original: Axel Krygier Prensa: Marisol Cambre Producción ejecutiva: Julieta Pavic Producción: Victorio D´Alessandro, Luzu Tv Dirección: Alejandro Tantanian



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