La cartelera porteña recuperó desde abril una de sus propuestas más originales con la segunda temporada de "Prócer", la comedia histórica de Gerónimo Gutiérrez que, bajo la dirección de Ramiro García Zacarías, logra transformar un episodio fundacional de nuestra historia en una reflexión contemporánea sobre el sentido del sacrificio y la trascendencia. Las funciones son los domingos a las 18hs, en Teatro el Grito, Costa Rica 5459, CABA.
La obra nos transporta a 1817, al momento del audaz cruce de los Andes, cuando más de cinco mil soldados —en su mayoría anónimos— iniciaron la gesta libertadora de América Latina. Pero Gutiérrez elige mirar desde abajo, desde la perspectiva de dos soldados sin nombre: Fulano y Mengano, quienes durante una guardia nocturna se enfrentan a una aparición inesperada que les revela doscientos años de historia argentina proyectados sobre la montaña.
El paralelismo histórico que propone "Prócer" trasciende la mera reconstrucción de época. La dramaturgia no se ancla en lo específicamente histórico sino que se abre a lo universal: podría ser cualquier guerra, cualquier frontera, cualquier ejército que margina del relato oficial a quienes realmente lo sostienen con el cuerpo. Esta perspectiva permite que la obra dialogue tanto con el pasado sanmartiniano como con las preguntas del presente sobre el sentido del heroísmo colectivo.
La decisión de utilizar lunfardo del siglo XX filtrado con expresiones actuales genera una comicidad inteligente que refuerza la perspectiva anacrónica. Este contraste lingüístico no solo entretiene sino que subraya el mensaje central: la historia se construye desde los márgenes, desde las voces que habitualmente no escuchamos.
García Zacarías dirige con notable acierto, logrando que sus protagonistas recreen a estos patriotas olvidados con precisión y humor. La economía de recursos escenográficos —un arcón multipropósito, el eco del viento sobre la montaña— se convierte en virtud, concentrando la atención en lo esencial: el diálogo entre estos dos hombres que oscilan entre el deber, el miedo y la duda.
Agustín Chenaut y el propio Gerónimo Gutiérrez despliegan una química actoral excepcional, construyendo un contrapunto rítmico que se mueve entre lo entrañable y lo burlesco. Sus interpretaciones navegan hábilmente entre el drama y la caricatura, sosteniendo un tempo escénico que fluye con naturalidad. La inclusión de Tomás Buccella como músico camuflado en escena aporta una dimensión sonora que enriquece notablemente la propuesta.
El diseño de vestuario de Juana Aguer merece mención especial: las chaquetas azul marino con detalles rojos militares, progresivamente desalineadas, visualizan perfectamente el tránsito entre la solemnidad del mito y la realidad del agotamiento físico. Los rostros salpicados de barro completan un cuadro que transita el borde entre lo heroico y lo humano.
"Prócer" trasciende la comedia histórica para convertirse en un ensayo escénico sobre el deseo universal de ser alguien, aunque sea por un instante. Cuando la obra revela a Fulano y Mengano su destino de olvido, aparece algo más íntimo que la gloria: el amor, la espera, el desamparo de dos cuerpos tironeados entre el deber y la incertidumbre del regreso.
No es un alegato ni un panfleto, sino una reflexión tierna sobre quienes, sin nombre ni estatua, sostienen el mundo con las manos heladas y los ojos llenos de preguntas. En tiempos donde los relatos heroicos se cuestionan constantemente, "Prócer" ofrece una perspectiva necesaria: la historia también se escribe desde la intemperie de los anónimos, y quizás allí resida su verdadero sentido.